Domingo 19 de marzo del 2023

Bruce Willis a los 68: el calvario de sus últimas películas y los años que se preparó para su hora más difícil

Mientras su familia precisó el diágnóstico que afecta sus habilidades cognitivas, ahora se sabe cómo el actor enfrentó desde hace años los primeros signos de su enfermedad. La forma en que aseguró que el futuro financiero de sus siete amadas mujeres y cómo filmó aún estando enfermo. Retrato de un héroe de Hollywood que no fue Terminator ni Rambo, sino un ser humano excepcional
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Su última película, Paradise City (2022), se estrenó hace apenas unos meses, en noviembre último, y aunque debió haber sido una despedida épica para un actor amado por el público, pasó con más pena que gloria. Era el quinto rodaje del que Bruce Willis participaba en el año y la crítica fue severa, ya no con su actuación –que bajo otras circunstancias probablemente hubieran defenestrado, como hicieron tantas veces antes de saber que estaba enfermo–, pero sí con el guión. Para él daba lo mismo: difícilmente haya leído los comentarios, víctima de lo que ahora se sabe es una forma de demencia que le afecta el habla y las habilidades cognitivas.


Sin embargo, es probable que haya disfrutado de esa filmación en Hawaii más que de todas las otras a las que sumó su nombre sobre el final de su carrera, en un raid compulsivo y urgente, consciente de que le quedaba poco tiempo en los sets. La razón es tan simple como la amistad de años que lo une a un cada vez más solo John Travolta, especialmente después de su recordada dupla en Pulp Fiction (1994), que marcó para los dos un regreso que sí fue glorioso.


Bruce y John fueron compañeros más allá de las luces de los estudios, en miles de salidas en pareja, junto a la entonces mujer del actor de Duro de Matar (1988), Demi Moore –madre de sus tres hijas mayores Rumer (34), Scout (31) y Tallulah (29)–, y la desaparecida Kelly Preston. No es la única ausencia en las vidas de los actores que se hicieron inseparables mientras grababan Mirá quién habla, en 1989: la voz inconfundible de quien hoy casi no puede hacerse entender no era otra que la de Mikey, el bebito de la también desaparecida Kirstie Alley, que murió de cáncer de colon en diciembre pasado.


Cuando un año atrás Moore, la actual mujer de Willis –Emma Heming–, y sus cinco hijas –con Heming tiene a Mabel (11) y Evelyn (8)– compartieron con sus fans un primer diagnóstico de afasia que, según dijeron entonces, impactaba sobre su memoria y capacidad de comunicación, y anunciaron que, por ese motivo, y “después de mucha consideración”, dejaría la carrera “que tanto significó para él”, el primero en manifestar su apoyo fue un devastado Travolta, que poco después perdería también a su querida Olivia Newton-John. “Nos hicimos amigos en dos de nuestros mayores hits –escribió en su cuenta de Instagram el actor que se quebró hace una semana en los Oscars al presentar el In memoriam–. Una vez me dijo: ‘John, quiero que sepas que cada vez que te pasa algo bueno es como si me pasara a mí’, así de generosa es el alma de Bruce y por eso lo amo”.


Como muchos de los amigos de Willis, Travolta sabía que él y Heming habían comenzado a deshacerse de sus propiedades de lujo fuera de California cinco años antes, sin que la prensa ni los productores sospecharan el motivo. Primero fue su casa de montaña en Sun Valley, Idaho, que prácticamente regalaron en octubre de 2018 por US$5.5 millones, un tercio del valor por el que la compraron. Después, cambiaron su amado duplex de 550 m2 en Central Park por un condominio de 200 m2 cerca del Lincoln Center. También vendieron su casa de Westchester por mucho menos de sus U$S12 millones originales. Y en 2019, vendieron en US$27 millones la espectacular mansión en las paradisíacas islas de Turcos y Caicos, donde se casaron una década antes.


El actor con más de 150 créditos entre papeles protagónicos y menores estaba haciendo una película tras otra y costaba pensar que estuviera falto de liquidez. Por entonces dijo que la única razón por la que buscaba reducir su patrimonio inmobiliario era que todo estaba demasiado lejos de su familia en California: “Es por lo que hemos decidido volver a la Costa Oeste y tener nuestro hogar ahí”. No mentía, y la pandemia hizo el resto: Willis, Heming, Mabel y Evelyn pasaron buena parte de la cuarentena con Moore –con quien estuvo casado entre 1987 y 2000–, Rumer, Scout y Tallulah, y la foto de la familia ensamblada en idénticos pijamas rayados –que lució hasta su perrito– lo volvió a hacer tan icónico como en los 90. A dos décadas de su separación, Willis y Moore parecían más unidos que nunca.


Tras el comunicado en que las siete mujeres de la vida de Willis le contaron al mundo que el actor sufría un trastorno irreversible, algunos ataron cabos. Sus amigos revelaron por esos días en off the record que Bruce, de 67 años, había estado preparándose para este momento desde hacía tiempo. Entonces no trascendió lo que la familia revelaría sólo el mes pasado: la patología que originó la afasia notoria en Willis es una demencia frontotemporal que avanza inclemente y dificulta su capacidad para expresarse y comprender a los otros, algo que los médicos le habían advertido hacía tiempo. “Él sabía que, a medida que su salud se debilitara, iba a llegar un punto en que su poder de generar dinero iba a caer sustancialmente. Por eso, mientras estuvo lúcido, hizo todos los arreglos financieros necesarios para que a las chicas no les faltara nada”, reveló una fuente cercana a Page Six.


Las revelaciones de sus distintos compañeros a Los Angeles Times el año pasado indican que fueron muchos los colegas, directores y productores que lo vieron perdido en diferentes sets de filmación. Y sin embargo, por decisión propia o por mandato de una maquinaria que siguió explotándolo hasta la última gota –porque cada estreno con su nombre y su foto en el afiche era número puesto, aunque los guionistas tuvieran que correr para cortar las líneas que ya no podía recordar–, Willis filmó más de 20 películas en los últimos cuatro años, pese a que hoy todos reconocen por lo bajo que ya estaba enfermo. De hecho, los Premios Razzie –o los “anti Oscar”– del año pasado, que se entregaron justo una semana antes de que se hiciera pública su condición, lo distinguieron por Cosmic Sin como si fuera una categoría en sí mismo: “Peor Bruce Willis del Año”. Después tuvieron que retirarlo por la condena en las redes.


En el posteo en el que las mujeres de su vida confirmaron la noticia hay una frase, su favorita, que da una pista del por qué de su decisión de seguir actuando hasta que pudo e incluso más allá: “Live it up”, algo así como “Vivir a fondo”, y también con todo el lujo posible. Ahí es donde también sus amigos aseguran que el actor tuvo una única obsesión desde el diagnóstico, además de compartir tiempo con su familia, y fue poder dejarles la mayor cantidad de dinero a las siete.


“Sabía que eventualmente ya no iba a poder viajar y que no iba a necesitar tantos departamentos ni mansiones, pero sí un ambiente seguro donde estar rodeado de ellas. Quiso simplificar su vida y la de ellas tanto como fuera posible”, dijo en off uno de sus cercanos a Page Six.


Es triste de todas formas imaginar a ese tipo que se hizo famoso a los 30 años como el detective sexy de Moonlighting (1985-1989) junto a Cybill Shepherd y, sobre todo, como John McClane, el policía antihéroe de respuestas tan rápidas como sus disparos en la saga Duro de Matar, forzado a seguir actuando en los últimos años, cuando ya no era capaz siquiera de hacer en cámara la coreografía que más había ensayado en su vida: la de desenfundar un arma.


Los testigos citados hace un año en la nota de Los Angeles Times aseguraron que hacía mucho que a Bruce le dictaban sus líneas –cada vez más breves– por un audífono y lo reemplazaban por dobles de riesgo en las escenas de disparos. Y hasta pusieron en duda la conciencia real del actor sobre lo que ocurría en los rodajes de las últimas películas que rodó.

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